6.7.06

cuentame un cuento

Caminaba distraídamente por la calle cuando la vio: era una enorme y hermosa montaña de oro. El sol le daba de lleno y al rozar su superficie reflejaba tornasoles multicolores, que la hacían parecer un objeto galáctico salido de una película de Steven Spielberg. Se quedó un rato mirándola como hipnotizado.

-¿Tendrá dueño? - pensó.

Miró hacia todas partes, pero no vio a nadie a su alrededor. Al final, se acercó y la tocó. Estaba tibia. Pasando los dedos por su superficie, le pareció que su suavidad era la correspondencia táctil perfecta de su luminosidad y su belleza.

- La quiero para mí - pensó.

Muy suavemente, la levantó y comenzó a caminar con ella en brazos, hacia las afueras de la ciudad. Fascinado, entró lentamente en el bosque y se dirigió a un claro. Allí, bajo el sol de la tarde, la colocó con cuidado sobre la hierba y se sentó a contemplarla.

-Es la primera vez que tengo algo valioso para mí. Algo que es mío. ¡Sólo mío! - pensaron los dos a la vez.

Cuando poseemos algo y nos esclavizamos dependiendo de ese algo, ¿quién tiene a quién, Demián? ¿Quién tiene a quién?

Este es un cuento de el libro "Déjame que te cuente" de Jorge Bucay. Creo que el problema de todas las relaciones en esta vida está reflejada en él: cuando nos pensamos que algo nos pertenece, cuando sentimos que es nuestro y sólo nuestro.

Nada es de nadie, y aún menos una persona. Al sentirnos con derechos (que no obligaciones) sobre una persona, empezamos a creer que podemos controlarla, que podemos cambiarla, que podemos planificar su vida a nuestro antojo. De ahí al "la maté porque era mía" hay un paso. Si realmente hay alguien que te importa, déjale libre, no le cortes las alas, no le impidas ser quién es y cómo es. Empújale hacia nuevas metas, ayúdale a conseguir lo que quiera, aunque ello implique alejarse de ti.

Hace mucho tiempo en una pared de un camping en Sanxenxo, Galicia, leí: Si deseas algo con mucha fuerza déjalo en libertad, si no vuelve es que no era para tí, pero si vuelve será tuyo para siempre.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La libertad, la balanza del clásico enfrentamiento: determinismo versus indeterminismo.

Para mi la libertad es la capacidad para autodeterminarse (facultad para elegir) que claro se somete a una indagación personal...y esto cuesta...si después de elegir no eres libre es porque no has mirado interiormente lo suficiente a la hora de elegir.

Anónimo dijo...

Se habían encontrado en la barra de un bar, cada uno frente a una jarra de cerveza, y habían empezado a conversar al principio, como es lo normal, sobre el tiempo y la crisis, luego, de temas varios, y no siempre racionalemente encadenados. Al parecer, el flaco era escritor, el otro, un señor cualquiera. No bien supo que el flaco era literato, el señor cualquiera, empezó a elogiar la condición de artista, eso que llamaba el sencillo privilegio de poder escribir.
- No crea que es algo tan estupendo -dijo el Flaco-, también a momentos de profundo desamparo en lo que se llaga a la conclusión de que todo lo que se ha escrito es una basura; probablemente no lo sea, pero uno así lo cree. Sin ir más lejos, no hace mucho, junté todos mis inéditos, o sea un trabajo de varios años, llamé a mi mejor y le dije: Mira, esto no sirve, pero comprenderás que para mi es demasiado doloroso destruirlo, así que hazme un favor; quémalos; júrame que lo vas a quemar y me lo juró.
El señor cualquiera quedó muy impresionado ante aquel gesto autocrítico, pero no se atrevió a hacer ningún comentario. Tras un buen rato de silencio, se rascó la nuca y empinó la jarra de cerveza.
- Oiga, don -dijo sin pestañear-, hace rato que hemos hablado y ni siquiera nos hemos presentado, mi nombre es Ernesto Chavez, viajante de comercio y le tendío la mano.
- Mucho gusto -dijo el otro, oprimiéndola con sus dedos huesudos-, Franz Kafka para servirle.